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    Primeros resultados de la investigación con ibogaína para revertir la tolerancia a la metadona

    21.01.2025
    José Carlos Bouso | 21 de enero de 2025

    Un estudio realizado en Cataluña por ICEERS y el Hospital de Reus ha publicado resultados preliminares que evidencian cómo el uso de ibogaína a dosis bajas puede reducir la tolerancia a la metadona en pacientes con dependencia a opioides. Este ensayo clínico innovador busca ofrecer alternativas terapéuticas frente a la epidemia de opioides que afecta a millones de personas en todo el mundo.

    La dependencia de los opioides constituye uno de los desafíos más urgentes en el ámbito de la salud global. En este contexto, se han publicado los resultados preliminares de un ensayo clínico realizado por ICEERS, dirigido por el doctor José Carlos Bouso en colaboración con el Servei de Drogodependències i Salut Mental del Hospital de Reus, dirigido por la doctora Tre Borràs y un equipo multidisciplinar de investigadores. El estudio se centra en el uso de la ibogaína para la deshabituación de la dependencia de la metadona.

    Esta primera publicación presenta resultados preliminares sobre la utilización de dosis bajas de ibogaína para reducir la tolerancia de la metadona, abriendo nuevas perspectivas para el tratamiento de la dependencia a los opioides. La investigación forma parte de la tesis doctoral del antiguo miembro de ICEERS, el doctor Genís Oña, dirigida por los doctores José Carlos Bouso y Teresa Colomina.

    Un enfoque innovador

    La ibogaína, un alcaloide derivado de la planta africana Tabernanthe iboga, se ha utilizado durante siglos en ceremonias tradicionales de sanación. Hoy en día, su potencial para abordar trastornos por uso de sustancias está captando la atención de la comunidad científica. Este estudio aporta una mirada innovadora al utilizar una dosis baja (100 mg) de ibogaína, priorizando la seguridad y minimizando los efectos adversos.

    El estudio, diseñado como un ensayo clínico aleatorizado y doble ciego, incluyó a veinte participantes en programas de mantenimiento con metadona (PMM) en Cataluña. Se establecieron dos grupos: en uno, los sujetos recibieron dosis crecientes de ibogaína, comenzando con 100 mg y aumentando semanalmente hasta alcanzar los 600 mg; en el otro, se mantuvo la dosis fija de 100 mg. Tras cada administración de ibogaína se reducía a la mitad la dosis de metadona hasta eliminarse por completo. La asignación de los participantes a los grupos se realizó de manera aleatoria. Los participantes tenían entre 27 y 59 años, con una distribución de género de diecisiete hombres y tres mujeres, reflejando la proporción habitual en los programas de mantenimiento con metadona en España. Antes de la administración, se llevaron a cabo evaluaciones psicométricas, análisis de sangre y electrocardiogramas para garantizar la seguridad. En esta primera publicación presentamos los resultados obtenidos con la dosis de 100 mg, que fue la dosis inicial administrada a todas las personas participantes.

    Tras la administración, los participantes permanecieron bajo observación durante 24 horas en un entorno hospitalario, con monitoreos periódicos de signos vitales, electrocardiogramas y evaluaciones de síntomas de abstinencia mediante escalas como SOWS (Short Opioid Withdrawal Scale) y OWS (Opioid Withdrawal Scale). Además, se recolectaron muestras de plasma para análisis metabolómicos.

    Resultados esperanzadores

    El estudio reveló hallazgos clave que podrían cambiar el panorama del tratamiento de la dependencia a opioides:

    • Reducción significativa en la dosis de metadona. Todos los participantes lograron reducir su dosis diaria de metadona en un 50% durante una semana después de la administración de ibogaína. Este resultado fue particularmente relevante dado que el protocolo permitía ajustes en la reducción de las dosis según las necesidades individuales. Sin embargo, tras la primera administración, tres sujetos se cayeron del estudio: uno, por consumir heroína durante la semana posterior a la primera sesión, lo que representaba un riesgo para su seguridad; un segundo, debido a la experimentación de abstinencia tras la administración de ibogaína, que lo llevó a decidir no continuar; una tercera, por un aumento significativo en el intervalo QTc tras la administración, considerado peligroso por el equipo de cardiología.
    • Control de los síntomas de abstinencia. Aunque los síntomas de abstinencia aumentaron ligeramente a las doce horas tras la administración, los participantes reportaron una experiencia general de alivio y relajación. Las evaluaciones psicométricas mostraron que los síntomas no alcanzaron niveles clínicamente significativos.
    • Seguridad y tolerabilidad. No se reportaron eventos adversos graves. Los efectos secundarios más comunes incluyeron fatiga, mareos y sensibilidad a la luz, todos de intensidad leve a moderada. Sin embargo, una participante fue excluida debido a una prolongación significativa del intervalo QT en el electrocardiograma, lo que subraya la importancia de la monitorización cardiovascular. Además, se emplearon medidas de seguridad adicionales, como el uso de la escala HAD (Hospital Anxiety and Depression Scale) y la BPRS (Brief Psychiatry Rating Scale), para monitorear el estado emocional y psicopatológico de los participantes. Ambas herramientas indicaron que, en general, los niveles de ansiedad, depresión y síntomas psicopatológicos se mantuvieron estables a lo largo del estudio, sin cambios clínicamente significativos, lo que respalda la seguridad psiquiátrica del tratamiento.
    • Impacto en el metabolismo energético. Los análisis metabolómicos mostraron cambios en compuestos relacionados con el metabolismo celular, como una disminución del lactato y un aumento del 2-oxo isocaproato. Estos resultados sugieren que la ibogaína podría restaurar el metabolismo energético alterado por el uso crónico de opioides.

    Impacto social y sostenibilidad

    Este enfoque representa un paso hacia tratamientos más accesibles y sostenibles para la dependencia a opioides. Al emplear una dosis baja de ibogaína, se reduce el riesgo de efectos adversos graves asociados con dosis altas y se optimiza el uso de recursos. Además, el estudio utilizó ibogaína extraída de Voacanga africana, una fuente más sostenible que la Tabernanthe iboga, contribuyendo a la preservación de esta planta en su hábitat natural.

    La conclusión principal de este estudio es que una dosis baja de ibogaína (100 mg) resulta segura y efectiva para reducir significativamente la tolerancia de la metadona, facilitando su desintoxicación y disminuyendo la dosis requerida durante la semana posterior a la administración. Actualmente continuamos con el seguimiento después de un año de los participantes tratados y estamos analizando los resultados del estudio completo. Esperamos que para junio de este año podamos presentar los resultados finales de este prometedor estudio.

     

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    Categories: Ensayo clínico ibogaína , Noticias , Noticias , Investigación e innovación
    Tags: ibogaína , investigación , metadona , trastorno por consumo de sustancias , estudio , opio