Aunque muchos sitios web y centros de retiro anuncian ceremonias de ayahuasca «tradicional», los antropólogos sugieren que la ceremonia puede ser una invención más reciente.
Una ceremonia de ayahuasca es un ritual dedicado a sumergirse plenamente en los efectos de la bebida sagrada, la ayahuasca. A medida que el brebaje se expande por el mundo, numerosos sitios web anuncian servicios de «ceremonias de ayahuasca ancestrales» o «tradicionales». Se refieren a un tipo particular de ceremonia que se ha convertido en el estándar para los occidentales que asisten a retiros de ayahuasca, ya sea en la selva de Perú o en la naturaleza que circunda las principales ciudades del mundo.
Es algo parecido a esto: un grupo de personas beben juntas, por la noche, en un círculo, mientras un chamán o facilitador de la ceremonia «sostiene el espacio» para que todos viajen a un mundo visionario conformado por la música que el guía toca o canta para ellos. Según algunos antropólogos, este diseño de la llamada «ceremonia tradicional de la ayahuasca» constituye uno de los muchos enfoques posibles y, en algunos sentidos, es una forma relativamente nueva de beber la ayahuasca.
La ceremonia tradicional de ayahuasca a través de los tiempos
Las dos plantas más utilizadas para preparar la ayahuasca son la Banisteriopsis caapi y la Psychotria viridis, aunque hay variaciones en la preparación. Algunos chamanes utilizan una planta alternativa que contiene DMT, llamada Diplopterys cabrerana, o añaden plantas e ingredientes adicionales (como el tabaco o la datura) en la mezcla para aumentar su potencia. Estas plantas adicionales se han asociado con efectos más indeseables o incluso peligrosos y tóxicos.
Antes de que la ayahuasca tuviera un amplio uso internacional, la diversidad en la preparación era inmensa en toda la cuenca del Amazonas. El brebaje se hacía de acuerdo con la disponibilidad local de plantas, las tradiciones específicas de la zona y los métodos que los chamanes aprendían mientras se formaban con curanderos mayores, algunos de los cuales recorrían largas distancias para encontrarse. Como explica la antropóloga Françoise Barbira Freedman, suele decirse que cuanto más lejos haya viajado el chamán, más fuertes serán sus poderes.
La mixtura de ayahuasca
Hoy en día, la popular bebida de ayahuasca suele prepararse hirviendo la liana Banisteriopsis caapi con el arbusto Psychotria viridis. Sin embargo, cuando la popularidad de la ayahuasca empezó a crecer y el número de occidentales que la consumían aumentó paulatinamente a lo largo de las décadas, las zonas del Amazonas a las que acudían los viajeros vieron cómo la preparación del brebaje se modificaba y, en última instancia, se estandarizaba para adaptarse a los deseos de los visitantes. La planta de la mezcla que contiene DMT, Psychotria viridis, elegida por su potencial para inducir visiones psicodélicas, se convirtió en un elemento cada vez más presente para satisfacer las aspiraciones visionarias de las curiosas mentes foráneas. La liana elegida actualmente suele ser una cepa de B. caapi llamada «ayahuasca cielo», ya que se ha comprobado que la reacción habitual a esta variedad es favorable. La presencia de otras plantas en la receta se ha reducido o eliminado en su mayoría. La potencia estándar de la ayahuasca es mayoritariamente más alta (el brebaje se hace más concentrado) para promover tanto los efectos purgantes (la ayahuasca puede hacer vomitar a la gente) como las visiones profundas.
Las ceremonias «de antaño»
El propósito original de los indígenas para beber ayahuasca era variado. A veces, la ayahuasca se utilizaba para limpiar el cuerpo y prepararse para la caza de animales o para comprender y recordar patrones del entorno ecológico local, como saber cuándo los peces nadan río arriba para desovar al ver los cambios en las estrellas. Además, como explica el antropólogo Bernd Brabec de Mori, a veces la ayahuasca se bebía en ceremonias de danza comunal para reforzar la identidad. En este caso, la ayahuasca ayuda a la gente a unirse como parte de una cosmología compartida para celebrar la vida.
En otros enfoques tradicionales, el consumo de ayahuasca se consideraba la tarea sagrada del chamán. A los chamanes se les asocia con la curación y con una mayor capacidad intuitiva para detectar, diagnosticar y curar a las personas que acuden a ellos con dolencias y, también, para percibir si han sido víctimas de brujería o de un ataque espiritual por parte de alguna entidad malévola. Por último, las ceremonias privadas de ayahuasca han permitido a los chamanes anticipar posibles acontecimientos en el futuro o considerar patrones de comportamiento individual y comunitario en un intento de mantener a la gente sana, con buen ánimo y satisfecha.
Con el tiempo, los «pasajeros» occidentales (distintos de los turistas habituales) empezaron a llegar y a buscar la medicina. Pioneros como Richard Evans Schultes, William Burroughs, Michael Harner, Terence McKenna y otros lideraron audaces expediciones a comunidades indígenas en lo más profundo de la selva; ha sido y será siempre un viaje que no todo el mundo está dispuesto a hacer ni es capaz de hacerlo. Los curanderos más accesibles para el resto serían los chamanes mestizos que se encuentran en pueblos accesibles por carretera, y más o menos civilizados.
Los mestizos son descendientes hispanohablantes de los pueblos selváticos del Amazonas y de sus colonizadores europeos. Algunos han adoptado y desarrollado las costumbres chamánicas de sus antepasados locales, utilizándolas todavía de forma bastante parecida (aunque con marcadas influencias del catolicismo y con la imaginería cristiana impregnando las tradiciones rituales indígenas), convirtiendo la curación comunitaria en una norma. La antropóloga Marlene Dobkin de Rios describió las sesiones grupales que tenían lugar en 1970 en los barrios marginales de Iquitos. Los marginados de la selva que luchaban por adaptarse a la vida en la ciudad tomaban ayahuasca con un chamán para hacer frente al estrés y al entorno de vida depravado.
Estas ceremonias eran similares a las actuales. El chamán brindaba la copa de ayahuasca al grupo, midiendo la cantidad en función del peso y la salud mental de cada participante, y bebía él mismo una copa después de que todos se hubieran servido. A continuación, se produce un período de silencio en la oscuridad hasta que el curandero empieza a sentir los efectos. Entonces procede a cantar ikaros (cantos sagrados de curación indígenas), camina alrededor de los participantes soplando humo de tabaco, agitando un sonajero o un abanico de hojas llamado chakapa, y librando una guerra contra los espíritus malignos que provocan que los asistentes a la ceremonia estén mental, física o psicosomáticamente enfermos. Las sutiles diferencias entre las ceremonias indígenas y las mestizas parecen estar relacionadas con la influencia de la cultura católica en estas últimas, en las que la curación puede adoptar matices de una comprensión dualista del universo de raíz occidental en la que el bien y el mal son polos opuestos.
Mientras que el antropólogo Luis Eduardo Luna y otros sugieren que las tradiciones vegetalistas de la ayahuasca en las ciudades se han inspirado en las tradiciones indígenas, otros investigadores antropológicos, como Peter Gow, sugieren que en realidad es al revés. Afirma que la ayahuasca se extendió en el Alto Amazonas, especialmente a través de las conocidas industrias del caucho, desde la década de 1850, y que la ayahuasca fue adoptada por muchos asentamientos indígenas a partir de trabajadores mestizos procedentes de entornos urbanos.
El auge del turismo ayahuasquero
Dado que los chamanes mestizos hablan español, pudieron interactuar con los occidentales, una vez que empezaron a llegar en la década de 1950, y ofrecerles la medicina. Pronto, a medida que llegaban más y más almas extranjeras, y como respuesta a su deseo de tener una experiencia lo más auténtica posible, los curanderos construían casas fuera de las ciudades, en lo más profundo de la selva y en las orillas de los ríos, y las abrían para las ceremonias de ayahuasca.
Cuando el proveedor empieza a satisfacer las necesidades del mercado en expansión, se produce la comercialización. En la década de 1980, algunas zonas de Ecuador y Perú contaban con paquetes turísticos en la selva bastante bien establecidos que ofrecían sesiones de ayahuasca. En la década de 1990, los alojamientos en la selva ya habían empezado a ser diseñados por occidentales para occidentales. Por supuesto, los curanderos contratados para trabajar en estos novedosos centros de retiro seguían siendo chamanes locales mestizos o alguna vez indígenas. En la década de 2000 se produjo una expansión exponencial del turismo de ayahuasca, especialmente en Iquitos (Perú).
Las ceremonias de ayahuasca se han extendido rápidamente por todo el mundo durante la última década.
Este boom afectó en gran medida a las comunidades indígenas y mestizas de Ecuador, Perú y Colombia. A medida que la experiencia de la ayahuasca se volvía más y más comercial y su atractivo era mayor, el dinero extranjero comenzó a inundar estas partes del Amazonas visitadas por occidentales ricos. Este dinero provocó cambios masivos que luego se vieron amplificados por la evolución tecnológica que llegó en la década de 2010.
Esto dio lugar a un gran interés por parte de los lugareños, que no siempre estaban dispuestos a atravesar los años de dieta y formación necesarios para adquirir los poderes que un verdadero curandero necesita para celebrar una ceremonia. Vieron la oportunidad y, gracias a la tendencia occidental a la apropiación cultural, decidieron intervenir y hacer caja. Ni que decir tiene que la afluencia de dinero desvirtuó las intenciones de algunos curanderos que hasta entonces también habían practicado la curación genuina y sagrada.
Junto con el fenómeno de los «charlatanes o falsos chamanes», algunos de los restantes miembros de la comunidad local que no tenían ganas de ponerse a montar sesiones de ayahuasca también estaban satisfechos de encontrar formas de sacar provecho del fenómeno vendiendo parafernalia variada en torno a la ayahuasca y actividades turísticas etnoculturales. Muchas de estas últimas acabaron por cambiar su orientación, pasando de los viajes a la selva profunda a alternativas menos gravosas y más lucrativas, como las visitas a granjas indígenas más autónomas en la selva, con complementos opcionales como una «ceremonia tradicional de ayahuasca» y el alojamiento en una casa de familia local. Experimentar el verdadero esplendor de la selva se vio finalmente empequeñecido por la experiencia última del viaje en la selva.
Muchos occidentales, después de haber pasado por una «ceremonia tradicional de ayahuasca», o unas cuantas, también empezaron a fomentar sus propias aspiraciones chamánicas. Algunos de ellos empezaron como aprendices de maestros o taitas (de niveles de experiencia a veces cuestionables) y acabarían convirtiéndose en curanderos ellos mismos. Procedentes de diferentes lugares, también se sentirían llamados a compartir la medicina con su tierra y más allá, iniciando la industria chamánica internacional.
Basta con decir que probablemente la falsedad empezó a impregnar toda la escena de la ayahuasca tradicional en cuanto empezó a entrar el dinero, aunque la investigadora Gayle Highpine señala de forma notable que la ayahuasca se había comercializado durante mucho tiempo en la Amazonia, desde mucho antes de que llegaran los turistas internacionales. Discutir los detalles y otras implicaciones de este asunto está fuera del alcance de este artículo.
La «ceremonia tradicional de ayahuasca» hoy en día
Afortunadamente, el desarrollo de la infraestructura de servicios de ayahuasca tradicional en la Amazonia no se ha visto empañado por los impulsos impuros de algunos de sus proveedores. Especialmente ahora que el boom inicial ha disminuido, y que mucha información y comentarios sobre cualquier persona que sirve ayahuasca está disponible tanto en línea como fuera de ella, la elección de un verdadero retiro de ayahuasca se puede hacer de una manera informada y segura.
Ahora más que nunca, los retiros con todo incluido, altamente estructurados y orientados a los huéspedes, están siendo organizados por centros fiables y bien diseñados. Normalmente están ubicados en grandes propiedades en un entorno natural denso y relajante dentro de la selva, con jardines de plantas medicinales adyacentes, donde los curanderos pueden encontrar fácilmente el material necesario para su trabajo. Las ceremonias suelen tener lugar en malokas especiales (grandes cabañas redondas de madera con techo cónico y sin paredes, diseñadas específicamente para este fin), que en su mayoría están vacías, aparte de los futones y cubos dispuestos en círculo para todos los participantes, y un espacio para los curanderos y sus objetos.
Interior de una maloca de «ceremonia tradicional de ayahuasca» en Perú. Fotografía: Benjamin De Loenen.
En cuanto a los propios curanderos, a veces son mestizos, a veces indígenas (con ayuda de traductores), y no es raro que haya varios de ellos dirigiendo la ceremonia juntos. En los centros de renombre, se trata de chamanes de confianza y cualificados, algunos de los cuales descienden de familias de gran prestigio chamánico. Aparte de ellos, es de esperar que haya facilitadores adicionales, así como porteros (para ayudar a los invitados a entrar y salir de la maloca), personal médico y de seguridad, personal de comidas y bebidas, etc.
La duración de los retiros oscila normalmente entre siete y doce días, con opciones ocasionales de estancias más cortas, así como mucho más largas (estas últimas suelen implicar la asunción de un papel de voluntario o aprendiz). Se celebran varias ceremonias durante el retiro, y son bastante similares a la ya descrita en este texto, con la dosis de ayahuasca servida a cada participante incrementada gradualmente a lo largo de los días para que se pueda realizar un trabajo interior más intenso a medida que avanza el tiempo. El valor adicional que proporcionan este tipo de centros de retiro es la seguridad, un ambiente cómodo y de apoyo, y la disponibilidad las 24 horas del día para cualquier necesidad que puedan tener los huéspedes.
A diferencia de la mayoría de los lugares más pequeños, los grandes centros de retiro se centran realmente en la experiencia idiosincrásica y la integración de cada huésped. Animan a los huéspedes a hablar en privado de lo que están viviendo con los facilitadores, organizan círculos de intercambio en grupo para integrarse y hablar, y los chamanes suelen realizar prácticas curativas adicionales, como baños de flores, a lo largo de cada día.
El acceso a la ayahuasca ha pasado por muchas etapas a lo largo de las décadas de su creciente popularidad internacional: desde tener que aventurarse a través de la selva en busca de curanderos místicos que pueden o no sentirse cómodos compartiendo su medicina sagrada con curiosos forasteros, hasta entornos altamente organizados y seguros donde todo está preparado para que te sumerjas directamente en la curación interna y el crecimiento espiritual.
No se puede negar que vivimos en tiempos increíbles, y debemos hacer todo lo posible para justificar que tengamos a nuestro alcance una medicina tan poderosa de otra cultura y realidad. Podemos ser engañados por la aparente conveniencia que los retiros tienden a ofrecer y pensar que la parte espiritual real del viaje también será fácil. Por eso debemos recordar siempre que la ayahuasca no hace el trabajo por nosotros; nos muestra percepciones de difícil acceso con las que debemos trabajar activamente para integrarlas en la vida diaria.
Artículo original de Xavier Francuski en Kahpi.