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    Perspectivas – Navegando por la complejidad del mundo etnobotánico a través de puntos de vista personales.

    ¿Qué ocurre cuando la ceremonia de ayahuasca se tuerce? ¿Cómo puede el facilitador mantener la calma y evitar que las cosas se salgan de control? La terapeuta especialista en integración Kerry Moran explora los riesgos y los aspectos básicos del acompañamiento para que una ceremonia de ayahuasca llegue a buen puerto.

    Hace unas semanas asistí a la ceremonia de ayahuasca más escandalosa a la que jamás haya asistido… Una muestra caótica de anarquía que resultó un verdadero espectáculo de mierda. Sí, el caos es un atributo fundamental de la ayahuasca, y a veces el caos puro puede ser estimulante. Y mi propia experiencia esa noche estuvo bien, incluso hermosa a veces. Pero lo que presencié desenvolviéndose a cámara lenta en aquella sala, el impacto y el efecto en las personas del círculo, fue perturbador. Me hizo pensar en lo que supone dirigir una ceremonia de ayahuasca, y en el verdadero significado de términos como «sostener el espacio».

    El hombre que dirige la ceremonia puede que tuviera cinco o seis años de experiencia. Es europeo, si es que eso importa (normalmente no suele hacerlo para mí). Había oído hablar bien de él a varios amigos, uno de los cuales me pidió que lo investigara.

     

    La ayahuasca sale mal

    Nos reunimos diez personas para la ceremonia de ayahuasca, entre ellas cuatro primerizas. El punto de vista básico del guía, según he deducido, es dejar que las cosas fluyan. Lo que necesites expresar, hazlo, nos dice. Sólo hay unas pocas reglas: no hablar, no tocarse y no salir de la sala. Suena bien.

    Empezamos. A los diez minutos, uno de los primerizos se purga violentamente y gime. Pronto se retuerce en el suelo, volcando cubos, chillando con lo que parecen dolores de parto. Genial. En este punto, en la mayoría de los lugares lo apartarían del grupo y trabajarían con él en privado en una habitación separada. Pero éste es un lugar con poco personal y en el que se deja fluir, un «experimento» en el que estamos «aprendiendo a surfear las olas del caos». Doblemente genial, vamos a fluir con él.

    El líder trabaja con el Tipo Vociferante, no muy eficazmente por lo que parece, cantando y tocando el tambor por encima de sus gritos. El único ayudante se afana en el portátil para poner una pista de música tranquilizadora, pero le cuesta varios intentos, ya que le reclaman para que ayude a contener al individuo. Los demás nos vemos envueltos en el drama que se desarrolla en el centro de la sala.

    El líder y el ayudante iluminan frenéticamente al hombre, le dicen que abra los ojos y le llaman una y otra vez. Toda la energía del líder se destina a este heroico esfuerzo de rescate. Los demás estamos solos. Puedo sentir la creciente ansiedad en el grupo. El hombre que está a mi lado murmura débilmente «está bien, todo va a estar bien», en un tono poco convincente.

    Y ahora comienza realmente el espectáculo de mierda: un miembro del grupo, nervioso, empieza a balbucear, expresando en voz alta cada pensamiento aleatorio que se le ocurre: «¡¡¡Guau, esto es algo realmente fuerte!!! ¡¡Ésta es una experiencia súper fuerte, chicos!!! Puedo sentirlo en mi cerebro. ¿Puedes sentirlo? Pero es un espacio sagrado, ¿no? ¡Es un proceso terapéutico! ¡¡¡Toma de contacto!!! ¡¡¡Guau, increíble!!!». Y así sucesivamente.

    El facilitador sigue concentrándose en el tipo que grita en el centro. Ha dimitido de la responsabilidad del resto del círculo. El Tipo Parlanchín ha sido absorbido por el vórtice energético del Tipo Vociferante. Los dos están sincronizados de alguna manera perturbadora, y el resto nos convertimos simplemente en una corriente de aire que se balancea en la estela de su actuación conjunta. «¡Vamos a colocarnos, chicos! Salgamos a fumar un poco de hierba. ¿Alguien quiere?».

    Los problemas del Tipo Vociferante disminuyen gradualmente, pero el monólogo de Tipo Parlanchín, que gradualmente pasa de ser una discusión amistosa a un despotricar, se prolonga durante casi tres horas. Oigo a mi vecino murmurar «¡cállate!» una vez, pero todos los demás se callan educadamente, soportando la épica invasión de la mente del Tipo Parlanchín. A diferencia del despliegue de energía pura del Tipo Vociferante, que es alarmante pero con el que de alguna manera también es posible trabajar, sus palabras nos enganchan. Al igual que la paradójica orden «no pienses en un elefante rosa», es imposible que sus gritos no evoquen imágenes («¡Oooh, puedo sentir cómo me sale la mierda del culo!», grita desde el retrete).

    Hay risas ocasionales por parte del público atrapado. Su discurso es ridículamente cómico a veces, pero sobre todo es patético y degradante. Al final, me retiro para continuar con mi trabajo. Cuando vuelvo una hora más tarde, veo que el Tipo Parlanchín sigue parloteando, tumbado desnudo en el suelo sobre el Tipo Vociferante, los dos rodeados de charcos de vómito, el «chamán» tocando débilmente el tambor, la gente acurrucada en estado de shock en los colchones, la red de energía de la ceremonia hecha jirones. Parece que ha estallado una bomba en la sala. En ese momento me voy para siempre.

    ceremonia ayahuasca sale mal

    Durante una ceremonia de ayahuasca puede manifestarse material emocional y visionario oscuro y desafiante. Es muy importante que este potencial se gestione bien.

     

    ¿Qué sucedió?

    Todo esto podría quizás valer la pena, si algo bueno saliera de ello. Pero la experiencia no pareció beneficiar a los participantes de la ceremonia, que fueron espectadores atónitos de este zoológico —ciertamente no benefició al alma fragmentada y solitaria que encontré más tarde vagando a la deriva en el exterior o a mi pobre vecino, que terminó retorciéndose en el suelo, golpeando su cabeza contra la pared en completa desintegración—. La sensación general que tuve fue de conmoción y daño. No es un arte evocar estas energías. La psicosis hace lo mismo.

    ¿Quizás fue valioso para los actores principales, Tipo Vociferante y Tipo Parlanchín? Lo dudo. Ellos no estaban presentes por el alboroto que ocurría a través de sus sistemas nerviosos; de hecho, estaban completamente ausentes. Las liberaciones energéticas desconectadas no aportan ningún beneficio.

    El poder curativo de la catarsis es un mito largamente desmentido de los años 70. Si hay algo que hemos aprendido en los últimos veinte años de investigación, es que la curación del trauma requiere un esfuerzo sostenido, constante y cuidadosamente calibrado, no descargas desconectadas y explosivas que simplemente hacen estallar el sistema. La clave es permanecer consciente en la descarga, conectado con el cuerpo y sus energías. Y nadie estaba consciente en ese charco de vómito, o en ese torrente de inanidades, o en esa habitación, cuando me fui.

     

    Contenedor, alambique, recipiente

    Para hacer un trabajo profundo de cualquier tipo —emocional, psicológico, espiritual, mágico, psicodélico— se necesita una base sólida y un contenedor coherente. Aquí en Perú, a veces escucho a la gente hablar con resentimiento sobre las «reglas» y el «control» en la ceremonia. «¿Qué te da derecho a decirme lo que tengo que hacer?» es la queja general.

    Ahí radica la cuestión: orientación no siempre equivale a control. Contener no significa restringir. Estas cosas se confunden a veces con la opresión, pero no lo son. Sólo proporcionan un lugar seguro para trabajar, un terreno estable sobre el que pueda desarrollarse la danza.

    La danza que surge puede ser caótica, sí, absolutamente. La ayahuasca puede ser intensa, magníficamente telúrica. Y este caos necesita desarrollarse dentro de los límites de un tiempo intencional y un lugar protegido. Éste es el famoso «escenario» de la tradición psicodélica. Es por eso que la ayahuasca se bebe habitualmente en una ceremonia, en algún tipo de representación ritual formal, no en una tormenta de mierda anárquica.

    La ceremonia es el crisol de la transformación. En la alquimia se llama alambique, el recipiente sagrado en el que ocurre el proceso de transmutación. En esencia, la alquimia se ocupa de los procesos psicológicos más que de los químicos, y el alambique es un espacio de contención indispensable. Sin un recipiente, no se produce una verdadera transformación, sino sólo un caos aleatorio y una bazofia.

    Piensa en la magia cotidiana de la transformación: cómo las semillas crecen en la tierra y la sopa necesita un caldero para cocinarse; cómo los espíritus nacen de un alambique y el metal se trabaja en una fragua. La necesidad de contener la transformación es orgánica y se extiende, especialmente, a los seres humanos. Los bebés crecen en el vientre materno, y los niños necesitan que los cojan y los envuelvan. Los niños necesitan límites consistentes y fiables para madurar en su propio ser: «sí a esto» y «no a aquello». Y también el mensaje continuo y sin palabras: «estoy siempre presente para ti. Me importas».

     

    semillas tierra florecer

    Las semillas necesitan condiciones adecuadas para florecer.

     

    ¿Cómo se relaciona esto con la ceremonia? La ayahuasca puede evocar estados muy pueriles. Todos tenemos la capacidad de rejuvenecer durante una ceremonia, de caer en el caos sin límites de nuestro yo infantil o incluso prenatal. Esto no es un error o una equivocación; puede ser una parte crucial del trabajo.

    En este estado de vulnerabilidad, necesitamos un mínimo de orden, una base y la seguridad de que alguien competente está al mando y sabe lo que está pasando, aunque nosotros no lo sepamos. Éste es el papel de la persona que conduce la ceremonia de ayahuasca. Él/ella entrega este mensaje sin palabras a través de la energía, la atención, la oración, los ícaros, la música, el uso hábil del silencio consciente y los límites claros.

    Lo que vi, en cambio, fue que el guía no era lo suficientemente fuerte como para sostener realmente el espacio. Desdeñaba la autoridad hasta el punto de descuidar su propio poder y dominio. Enredado en su propio viaje inconsciente del ego al rechazar una autoridad que consideraba «basada en el ego», descuidó la principal responsabilidad de cualquier líder: crear un espacio seguro. Estableció reglas («no hablar», «no tocar») pero no las aplicó. Invitó a las energías explosivas y luego se apresuró a desactivarlas cuando resultaron ser más de lo que esperaba. Se centró en un participante, excluyendo al resto. No sentí ninguna dirección, ninguna guía energética. Todos quedamos a la deriva, para abrirnos paso en el caos lo mejor que pudimos.

     

    Lo que se necesita para guiar una ceremonia

    Ésta es mi opinión, basada en mi experiencia personal. No me importa cuántas veces la Madre Ayahuasca te haya sugerido que eres un chamán, o lo bonito que hayas decorado el espacio. Ni siquiera me importa el talento que tengas para guiar a las personas a través de los reinos sutiles y trabajar con las energías curativas, aunque éstos son atributos ciertamente importantes.

    Desde mi punto de vista, no tienes nada que hacer en una ceremonia de ayahuasca a menos que:

    • Te comprometas al 100% a estar presente en el círculo toda la noche.
    • Seas capaz de aguantar y trabajar con las intensas emociones y respuestas que pueden surgir.
    • Hayas hecho planes de contingencia para emergencias («esto es lo que hacemos si alguien se vuelve loco/se pone violento/se queda inconsciente/desaparece»).
    • Tengas un apoyo competente y proporcional al tamaño de tu grupo.

    No son los únicos atributos que necesita un líder, pero son indispensables. Hasta la semana pasada, ni siquiera imaginaba cómo sería una ceremonia sin ellos.

    Es cierto que la mayoría de las ceremonias se desarrollan con armonía y tranquilidad, en un flujo perfecto de protección y gracia. El comodín de cada ocasión es la composición psicológica de las personas que asisten. Es imposible descartar todas las dificultades potenciales y, de hecho, no creo que evitar los problemas sea el objetivo.

    Me alegro de la naturaleza caótica de la ayahuasca, y (al menos, a posteriori) de las tormentas de mierda que he experimentado dentro de mi propio ser en la ceremonia. Pero hago todo lo posible para mantener mi trabajo dentro y no salpicar a los demás. En parte es mi instinto natural de reticencia; en parte es saber que el trabajo más profundo, la verdadera Magia transformadora, ocurre en el interior y es a la vez sagrada y secreta, para ser compartida cuidadosamente si acaso, no vomitada en los oídos de todos los presentes.

    No todo el mundo tiene la conciencia o la capacidad de contener su proceso. Ahí es donde entra el líder/chamán. Fundamentalmente, liderar una ceremonia de ayahuasca tiene que ver con tu habilidad para sostener el espacio, para mantener tu conciencia a través del caos, y llevarnos a todos al otro lado por la fuerza de tu conciencia y tu profunda compasión comprometida. Tu ser establece el tono para el espacio que se crea, y tiene que ser profundamente seguro, consciente y capaz.

    No tienes que apaciguar tú solo a todas las personas que se asustan —esto probablemente no sea posible, si estás guiando al grupo— pero sí necesitas un plan sólido y una asistencia competente para apoyarlas. Puede que estas situaciones no surjan en tus primeras ceremonias, pero es cuestión de tiempo que lo hagan, especialmente con gente caótica, disociada y confundida (a menudo crónicamente drogada y sin recursos) que viene buscando poco más que diversión y una buena historia que contar.

    He tenido la suerte de participar principalmente en ceremonias bien organizadas con gente seria. La regla constante que he encontrado en los grupos permanentemente exitosos es que se pide a los participantes que contengan su proceso en la medida de sus posibilidades. Se puede vomitar, llorar, sollozar e incluso gritar hasta cierto punto, pero no se aprueba la expresión pública continuada, en parte porque es contagiosa, al igual que el Tipo Vociferante contagió al Tipo Parlanchín, que finalmente desencadenó la pesadilla.

    Por lo general, aunque no siempre, si tu proceso molesta a los demás durante un rato, se te sacará del círculo y se trabajará contigo fuera. Esto no es necesariamente una represión o un castigo: es una forma de contener las intensas energías que pueden surgir, en beneficio de todos los implicados: el que ha enloquecido, los otros miembros del grupo, el líder y todos los espíritus y entidades visitantes.

     

    ceremonia ayahuasca sale mal ojo visión

    Los viajes de ayahuasca pueden ser intensos, pero siempre debemos dar lo mejor de nosotros mismos para manejarnos de forma responsable y discreta, o pedir al facilitador asistencia individual.

     

    Es absolutamente posible trabajar también con individuos caóticos en el círculo. Esto requiere una enorme cantidad de presencia; la capacidad de aparecer para el tipo que chilla, el tipo que balbucea y todo el círculo simultáneamente; y a través de tu profunda aceptación y habilidad con el caos, transmitir la comprensión de que todo está realmente bien. Esto exige un 100% de aceptación, no de control, pero en una magnitud y profundidad que es poco frecuente y que, por lo general, requiere años de experiencia para ser cultivada.

     

    Las secuelas

    Como me fui temprano a la mañana siguiente, no pude volver a ver a los actores principales. Probablemente, el Tipo Vociferante y el Tipo Parlanchín aparecieron aturdidos y resplandecientes, riéndose de las «locuras» de la noche anterior. El subidón de la ayahuasca a la mañana siguiente es difícil de aplacar.

    Para mí, asistí a un triste y lamentable desastre. Se me partió el corazón por el derroche de buenas intenciones y esfuerzos sinceros y la parodia en que se convirtió aquello. Pero también me sentí extrañamente feliz, porque la experiencia me regaló la visión clara de un elemento clave en la conducción de las ceremonias de ayahuasca. No se trata sólo de una buena medicina y una lista de reproducción genial. Se trata de tener las agallas y la madurez para mantener un espacio claro y limpio para las personas que están dispuestas a viajar a las profundidades más turbias de sus almas en busca de curación y sabiduría, y la capacidad de apoyarlas realmente en su trabajo.

    Artículo original de Kerry Moran en Kahpi.

     

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    Kerry Moran

    Kerry Moran

    Kerry Moran is a presence-centered psychotherapist with a Buddhist perspective. She worked with The Temple of the Way of Light to develop a follow-up integration support program, and has extensive experience with plant medicines. A long-time expat resident of Kathmandu, Nepal, she is also the author of six books, including the prize-winning Nepal Handbook and Kailas: On Pilgrimage to the Sacred Mountain of Tibet.

    Aviso: La información contenida en la sección Perspectivas representa la opinión del autor, y no refleja necesariamente el punto de vista de ICEERS.

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