El estudio farmacológico de las plantas en general y de las plantas psicoactivas de uso tradicional en particular (como por ejemplo la ayahuasca o el cannabis) ha obviado y evitado sus complejas acciones sobre múltiples sistemas de receptores, aislando algunos de sus componentes en busca de efectos específicos sobre dianas concretas, o centrándose en sus acciones sobre uno o dos receptores para intentar explicar sus complejos efectos.
Por otra parte, el paradigma de la polifarmacología, recientemente constituido, está permitiendo que, de nuevo, el efecto complejo de las plantas sobre nuestro organismo sea valorado y utilizado de manera correcta para el tratamiento de múltiples enfermedades. Un artículo publicado en la revista Current Medicinal Chemistry, firmado por Genís Oña, MSc, y José Carlos Bouso, PhD, de la fundación ICEERS, propone plantear el estudio de las plantas psicoactivas de uso tradicional desde el paradigma de la polifarmacología.
Necesidad actual de estrategias innovadoras
Este artículo se centra en las enfermedades del sistema nervioso central (SNC), es decir, trastornos como la esquizofrenia, el dolor o la enfermedad de Parkinson. El tratamiento de estas enfermedades todavía representa uno de los retos más importantes para la medicina moderna, ya que no existen tratamientos realmente eficaces para la mayoría de trastornos psiquiátricos ni para las distintas enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer o el Parkinson.
Algunos autores han propuesto que entre los motivos por los cuales la farmacología no ha conseguido dar con medicaciones eficaces y seguras para estos trastornos estaría el enfoque reduccionista mayormente utilizado a lo largo de las últimas décadas. Éste consiste en detectar genes o receptores específicos potencialmente asociados a la enfermedad en cuestión, con el objetivo de desarrollar fármacos con acciones selectivas sobre los mismos, asumiendo que, si se altera su función de algún modo, la enfermedad desaparecerá. No obstante, la realidad es mucho más compleja. Lo cierto es que se desconocen las causas de gran parte de las enfermedades del SNC, siendo la mayoría de ellas poligénicas (un gran número de genes están implicados) y con importantes componentes epigenéticos (los factores ambientales interaccionan con la activación o desactivación de muchos de estos genes). Debido a esta situación, se ha hecho muy patente la necesidad de abordar estas enfermedades con estrategias innovadoras, capaces de superar los obstáculos actuales.
Farmacología versus polifarmacología
En el caso de enfermedades complejas, como son la mayoría de trastornos del SNC, se hizo cada vez más evidente la necesidad de utilizar tratamientos igualmente complejos. De hecho, hoy en día conocemos el intricado sistema que provoca muchas enfermedades del SNC. Éstas raramente consisten en disfunciones localizadas en regiones concretas, sino que en realidad son sistemas complejos los que permiten que la enfermedad se manifieste y persista en el tiempo. Se ha observado de manera sistemática que, a menudo, la alteración localizada de una diana concreta mediante fármacos selectivos no es suficiente para detener total o parcialmente el curso de estas enfermedades, por muy importante que sea dicha diana. Como cualquier otro sistema de nuestro organismo, la enfermedad lucha por su supervivencia, y cuando se ve amenazada por fármacos, es común que se activen mecanismos compensatorios que contrarresten los efectos del fármaco.
Curiosamente, se ha observado una correlación entre la «promiscuidad» de una sustancia (la capacidad de una molécula para interaccionar con muchos sitios de acción) y el éxito en el proceso de desarrollo de fármacos, siendo más probable que un fármaco sea exitoso y se comercialice si su perfil de acción es complejo. De manera complementaria, se ha evidenciado que estos fármacos o moléculas con acciones menos selectivas, capaces de modular redes complejas y no solamente dianas específicas, se muestran más eficaces en el tratamiento de estas enfermedades. Las plantas, por supuesto, son los ejemplos más claros de «productos complejos», y aquéllas con propiedades psicoactivas no constituyen una excepción.
Los casos del cannabis y la ayahuasca son ejemplos paradigmáticos de la importancia que tiene considerar los efectos complejos de las plantas en el organismo humano. En cuanto al cannabis, fue su estudio a finales del siglo pasado lo que permitió describir un efecto que luego se vio reproducido en la inmensa mayoría de productos vegetales: el efecto séquito, o entourage. Éste consiste en una sinergia que se da cuando diferentes compuestos de la planta son absorbidos por nuestro organismo al mismo tiempo. Y es que se ha observado que, incluso aquellos que aparentemente son «neutros» y no poseen ningún efecto de manera aislada, como sería el caso de los terpenos, potencian los efectos de otros compuestos. De manera que, en algunos casos, las plantas tienen una acción más efectiva que las pastillas.
Pero el ejemplo del cannabis no se limita a su efecto séquito, sino también a sus complejos efectos sobre múltiples dianas, ya que su perfil de acción es altamente promiscuo y redundante, interactuando con docenas de dianas distintas y utilizando diversos mecanismos de acción. Lo mismo ocurre en el caso de la ayahuasca. En esta ocasión, tenemos una sinergia que no puede pasar desapercibida: la inhibición de la monoamino oxidasa (MAO) por parte de las beta-carbolinas presentes en la liana Banisteriopsis caapi, gracias a la cual la DMT presente en la Psychotria viridis puede desplegar de manera transitoria todo su potencial psicoactivo. Además de este conocido fenómeno, también observamos que los compuestos de la ayahuasca interactúan con múltiples receptores, como los serotonérgicos, adrenérgicos, dopaminérgicos, opioides, receptores asociados a aminas trazas (TAAR), sigma, etc.
Ventajas e inconvenientes del estudio de las plantas psicoactivas
En el artículo publicado en Current Medicinal Chemistry se incluyó una parte de discusión sobre potenciales ventajas e inconvenientes de un estudio farmacológico de estas plantas. En primer lugar, somos conscientes de que este enfoque plantea de entrada un reduccionismo difícil de digerir, pues hemos hablado hasta el momento de un estudio centrado en la farmacología. Esto deja a un lado toda la complejidad cultural propia del sostenido uso tradicional de estas plantas en contextos ceremoniales. No obstante, nos parece adecuado y necesario abogar por una complejidad creciente en todos los campos de estudio en los que se involucren estas plantas, ya que, debido a sus importantes potenciales terapéuticos, es casi seguro que estas plantas se estudiarán cada vez en más laboratorios, universidades y centros de investigación, como ya está sucediendo en la actualidad. Por ello, aunque el equipo científico de ICEERS se haya desplazado a lo largo de los años hacia un enfoque más comunitario y menos farmacológico, creemos que todavía es conveniente retomar algunos enfoques reduccionistas si es con la intención de hacerlos avanzar hacia el uso de aproximaciones complejas, pues el objetivo último, en este caso, es defender el uso de las plantas en lugar de sus principios activos. En lugar de aislar algún compuesto farmacológico para convertirlo en medicamento, defendemos, a través de estos discursos, el uso de toda la planta, respetando su contexto cultural y toda la complejidad ceremonial que la acompaña.
Como posibles ventajas, está el hecho de que, debido a su uso tradicional, se conoce muy bien el ancho perfil de seguridad y tolerabilidad de estas plantas. Tal y como ocurre con otras plantas o productos de uso tradicional, se asume que su uso durante siglos o milenios da suficiente cuenta de los potenciales riesgos sobre la salud. De hecho, la regulación de la Unión Europea exime de estudios de seguridad a muchos productos de uso tradicional. Éste sería el caso de muchas de estas plantas, pues en realidad se han utilizado en lo que podría ser un experimento milenario. Otra ventaja se refiere al conocimiento que se ha logrado tras el estudio sistemático de estos vegetales: gracias a estudios con cannabis, psilocibina o ayahuasca se han logrado algunos hitos que pueden representar un referente para el estudio con otras plantas no psicoactivas. Por ejemplo, el haber logrado comercializar el medicamento Sativex, que contiene THC, CBD y otros compuestos, respetando el efecto séquito del cannabis, desmarcándose así de la tendencia a aislar compuestos aislados y fabricar medicamentos con ellos; o el haber desarrollado tantas metodologías distintas para el estudio de los efectos de la ayahuasca (a través de liofilización o a partir de bebidas preparadas por grupos religiosos locales, por ejemplo) son ejemplos de cómo puede llevarse a cabo el estudio de algo aparentemente tan complejo y difícil de sistematizar como son las plantas. Esto es importante, ya que tradicionalmente la farmacología ha huido de estas aproximaciones tan complejas y hay muy pocos mecanismos o procedimientos para asumir y aprovechar la complejidad inherente de los productos naturales.
En lugar de aislar compuestos farmacológicos para convertirlos en medicamentos, defendemos el muchas veces más efectivo uso de toda la planta, respetando su contexto cultural y toda la complejidad ceremonial que las acompaña.
Un posible riesgo del estudio farmacológico (considerando la polifarmacología o no) que debemos valorar son los efectos negativos que puede ocasionar la apropiación cultural por parte de los países occidentales del conocimiento ancestral de los grupos indígenas que utilizan estas plantas psicoactivas. Como ya ocurrió en el pasado, es probable que el conocimiento tradicional se extraiga sin tener en cuenta los posibles efectos sobre la biodiversidad y las comunidades en las que estas ceremonias tradicionales todavía se encuentran muy vigentes. Estos efectos, de hecho, ya están ocurriendo a un nivel informal, debido al fenómeno del «turismo ayahuasquero», que consiste en la llegada de miles de viajeros a países como Perú, buscando tener una experiencia exótica. Esto ha provocado dificultades en la obtención de ayahuasca y ha fomentado todavía más la deforestación de la selva amazónica.
Debido a las dificultades actuales en cuanto al tratamiento de muchas enfermedades del SNC, nos encontramos ante la necesidad de nuevas estrategias. Paradójicamente, estas innovaciones podrían venir de dos «nuevos» paradigmas: el uso terapéutico de las plantas y sustancias psicoactivas y la polifarmacología. Pese a ser dos paradigmas nuevos en el ámbito científico, en realidad son tan antiguos como la humanidad misma, y continúa sin haber nada nuevo bajo el sol. Lo único que cambia es que parece que la ciencia está validando lo que ya decían nuestras abuelas.
Autores del texto: Genís Oña, MSc, José Carlos Bouso, PhD.
Autor de la fotografía: Valerio Pillar.
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