Steve Beyer
En 1998, los chamanes amazónicos descubrieron, para su sorpresa, que un empresario estadounidense había tratado de patentar la ayahuasca.
En 1981, Loren Miller, director de la empresa International Plant Medicine Corporation, con sede en California, llevó una muestra de ayahuasca a los Estados Unidos, y la decidió patentar en la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos, reivindicando una nueva variedad de planta a la que llamó Da Vine, y en 1986 obtuvo los derechos exclusivos para vender y cultivar la planta. No fue hasta diez años después que los nativos del Amazonas se dieron cuenta de que una de sus plantas sagradas estaba ahora bajo la ley de patentes de los Estados Unidos. En 1998, Miller había recibido, e ignorado, repetidas solicitudes de grupos indígenas pidiéndole renunciar a la patente.
Finalmente, la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), un grupo con sede en Ecuador y que representa a más de 400 grupos indígenas de ocho países, decidió tomar medidas. «Nuestro objetivo es que se anule la patente de la ayahuasca, y dar una lección a todos los biopiratas internacionales», dijo Rodolfo Asar, director de comunicaciones de la COICA, quien informó a sus miembros que Miller era un «enemigo de los pueblos indígenas», y que «su entrada en todo territorio indígena debía ser prohibida».
Patentar la ayahuasca
Se desencadenó una guerra de mensajes. La organización indígena publicó una declaración en su página web en el que se afirmaba que no se hacía responsable de ningún daño físico que pudiera sufrir Miller si se aventuraba a entrar en territorio indígena. Miller dijo que una comunidad indígena del Ecuador le había dado una muestra de la planta, pero se negó a identificar a la comunidad alegando que quería proteger a los residentes de la COICA, a la que calificó de organización terrorista que había arruinado la reputación de su empresa.
Acusando a la patente de haber sido expedida indebidamente, los grupos indígenas impugnaron la reclamación ante la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos, con la ayuda de dos organizaciones con sede en Washington, el Center for International Environmental Law y la Coalition for Amazonian Peoples and their Environment. La Ley de Patentes Vegetales de 1970 tenía por objeto proteger a los cultivadores que obtenían nuevas variedades vegetales, y exige que la persona que solicite la patente sea el cultivador original. Dado que la ayahuasca se utiliza ampliamente en toda la Amazonia y, según los expertos botánicos, la planta patentada es exactamente igual a la variedad natural, Miller no podía reivindicar ser el «inventor» de la planta y, por lo tanto, no podía optar a una patente. Los chamanes pidieron que se revisara la validez de la patente por estos motivos, y esa petición fue aceptada.
Los pueblos indígenas del Amazonas han aprendido a utilizar las oportunidades mediáticas. Querubín Queta Alvarado y Antonio Jacanamijoy Rosero, líderes espirituales de sus tribus amazónicas, aparecieron en la sede de la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos vistiendo el atuendo tradicional: collares, plumas y dientes de piraña. En sus manos portaban documentos oficiales de protesta preparados por sus abogados.
Anulación de la patente
En el otoño de 1999, la Oficina de Patentes anuló la patente de la ayahuasca alegando que un ejemplar como el de Miller estaba expuesto en el Field Museum de Chicago al menos un año antes de que solicitara la patente. «Nuestros chamanes y ancianos estaban muy preocupados por esta patente», explicó Antonio Jacanamijoy Rosero. «Ahora, por el contrario, están celebrando».
Sin embargo, la celebración no duró. Aunque la Oficina de Patentes había aceptado los argumentos de que la variedad vegetal reivindicada no era distintiva o novedosa, no había reconocido el argumento de que su valor religioso justificaba una excepción a la patente. En aparente violación de sus propios procedimientos, permitió que Miller presentara nuevas pruebas y argumentos, centrados en las diferencias entre su planta de ayahuasca y el espécimen exhibido en el museo. En enero de 2001, sin haber escuchado opiniones contrarias, la Oficina de Patentes revocó su rechazo y, en abril, emitió un certificado que permitía que la patente se mantuviera durante los dos años restantes de su vigencia.
Irónicamente, después de todos sus esfuerzos legales, Miller se quedó con una patente que prácticamente no tenía valor. La patente que recibió sólo protegía el genoma específico de la ayahuasca que decidió patentar y su progenie reproducida asexualmente, es decir, los derechos exclusivos sobre nada más que su planta original y los especímenes cultivados a partir de sus esquejes. No le concedió derechos sobre ningún otro ejemplar de la liana de ayahuasca, ni siquiera sobre especímenes que pudieran ser idénticos en apariencia.
Según la ley, una patente solicitada antes de 1995 expira diecisiete años a partir de la fecha de su emisión original. La patente de la ayahuasca expiró el 17 de junio de 2003. No puede ser renovada.
Artículo original de Steve Beyer en Singing to The Plants.