Información básica
Teonanácatl fue el nombre en náhuatl, el idioma de los aztecas, que recibieron los hongos psilocibes. Este término se ha traducido como «carne de los dioses». Existen más de 180 variedades de hongos que contienen psilocibina y psilocina, los alcaloides responsables de los efectos psicoactivos. Popularmente reciben el nombre de «hongos mágicos», y son quizás la variedad psicoactiva fúngica más conocida y de mayor influencia en el imaginario cultural colectivo.
Las distintas variedades de hongos psicoactivos, conocidos también como hongos mágicos, que contienen alcaloides psicoactivos como la psilocina, la psilocibina y la baeocistina, pertenecen a las familias Strophariaceae e Hymenogastraceae de hongos basidiomicetos, del orden de los Agaricales. Los géneros más habituales y conocidos que producen especies que contienen estos alcaloides son el Psilocybe y el Panaeolus.
Algunas de las especies más conocidas son los Psilocybe semilanceata, Psilocybe cyanescens, Psilocybe azurescens y, sobre todo, los Psilocybe cubensis, de los que existen docenas de variedades como los B+, Ecuador, Mazatapec, y un largo etcétera.
Los hongos psilocibes han sido utilizados por distintas culturas por sus efectos intoxicantes, en particular en los pueblos aztecas mesoamericanos de la época precolombina y posteriormente entre los mazatecos y zapotecos.
Origen/Historia
Existen más de 180 especies de hongos que contienen alcaloides triptamínicos como la psilocibina y la psilocina. Incluyen los géneros Psilocybe (117 especies), Gymnopilus (13 especies), Panaeolus (7 especies), Copelandia (12 especies), Hypholoma (6 especies), Pluteus (6 especies), Inocybe (6 especies), Conocybe (4 especies) y Agrocybe, Galerina y Mycena.
El género Psilocybe es el más habitual, y la mayor parte de sus especies se encuentran en bosques húmedos subtropicales. México es el país en el que se encuentran más variedades de hongos psicoactivos.
Si bien se encuentran hongos psicoactivos tanto desde Alaska hasta el sur de Chile, Australia y Nueva Zelanda, Hawái, Europa, Siberia, Japón y el Sureste asiático, el conocimiento preciso acerca de su distribución geográfica no se halla muy desarrollado.
Las distintas variedades de hongos mágicos han sido utilizadas por distintos pueblos desde la antigüedad. Grupos indígenas han reverenciado las visiones inducidas por los hongos, y los han utilizado en sus rituales mágico-religiosos para comunicarse con el mundo espiritual, los espíritus de los fallecidos y para obtener conocimiento y sanación.
Las muestras más antiguas de un probable uso de hongos, aunque no totalmente concluyentes, pueden encontrarse en un mural en Tassili, en el desierto del Sáhara, al sureste de Argelia. En ese mural, que data de entre los años 7000 y 9000 a. n. e., se representan hongos, así como figuras antropomorfas llevando hongos. Se especula qué tipo de hongo es el representado, y algunos autores lo han identificado como Psilocybe mairei, una especie conocida de Argelia y Marruecos. Algunos autores, sin embargo, dudan de la autenticidad de dichas pinturas.
También en un mural de Selva Pascuala, en Cuenca (España), datado de entre el Paleolítico Superior (6000 a. n. e.) al Neolítico Medio (4000 a. n. e.), se pueden encontrar representaciones de hongos, que se han identificado como Psilocybe hispanica y también como Psilocybe semilanceata. En estos murales aparecen representadas figuras de toros, por lo que algunos autores establecen la relación del crecimiento de hongos con el hábitat, puesto que estas especies crecen en las heces bovinas.
También encontramos el uso de hongos psicoactivos en Asia. En Japón crece el Gymnopilus spectabilis, conocido como maitake («hongo bailador»), cuyo uso quedó recopilado por Minamoto Takakuni en un libro de relatos, el Konjaku Monogatari, que data de finales del siglo IX n. e. Este hongo se ha conocido también con el nombre de owaraitake («el hongo de la risa»). Representaciones pictóricas parietales se han encontrado también en cuevas y abrigos de Sudáfrica y Australia, entre otros sitios.
En el Nuevo Mundo distintos grupos han utilizado, y utilizan, los hongos psilocibes. En particular distintas etnias mexicanas, como los mazatecos, los mixitecas y los zapotecas, entre otras. Se han encontrado vasijas en forma de hongo asociadas a los períodos preclásico y clásico de los mayas en México, Guatemala, Honduras y El Salvador que datan de entre los años 500 a. n. e. y 900 n. e. y que sugieren el conocimiento ancestral del uso de hongos psilocibes. Los primeros reportes acerca del uso de hongos que hay documentados son de un indígena llamado Tezozómoc, que escribió en español en el año 1598 acerca del uso de hongos embriagantes en la celebración de coronación de Moctezuma II en 1502, en la civilización azteca.
Existen representaciones de hongos en el arte mexicano que sobrevivió a la colonización. Buenos ejemplos de ello son el Codex Vindobonensis mixteca, el Codex Magliabechiano, y los famosos frescos de Tepantitla, en la ciudad de Teotihuacan.
Reportes de los colonizadores españoles, como el de fray Bernardino de Sahagún, llamado Historia general de las cosas de Nueva España, describió el uso de los hongos no solamente en celebraciones sino también en ceremonias religiosas, médicas y adivinatorias. En los escritos de Sahagún se describe el uso del nombre teunamacatlh (teonanácatl) para designar a los hongos psilocibes. Teonanácatl ha sido traducido como «la carne de los dioses», aunque otros autores sugieren que «hongos sagrados» u «hongos maravillosos» serían traducciones más literales.
Los españoles consideraron que el uso del hongo era contrario a la moral cristiana, y en 1620 el tribunal de la Inquisición declaró herético su uso, así como el de cualquier otra planta embriagante, y reprimieron con dureza a curanderos y a quienes ingirieran el hongo. Por ello, el uso tradicional de los hongos psilocibes pasó a la clandestinidad y el secretismo.
El redescubrimiento del uso tradicional de los hongos psilocibes en el Nuevo Mundo ocurrió gracias a los trabajos de Reko y Schultes, que obtuvieron e identificaron tres variedades distintas de hongos visionarios en Huautla de Jiménez, Oaxaca, en 1938. Ese mismo año, Irmgard Weitlaner y Jean Basett Johnson asistieron a una ceremonia con hongos, aunque no participaron en la ingestión y por tanto no pudieron experimentar sus efectos.
En 1952, Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna empezaron a interesarse por el culto de los hongos psilocibes, y tras una revisión de los documentos disponibles y tras contactar con Schultes, Reko, Johnson y Weitlaner, empezaron sus viajes a Huautla de Jiménez. Durante el verano de 1955, Gordon Wasson y su fotógrafo Allan Richardson, asistieron a una velada con hongos psilocibes con María Sabina —una chamana mazateca— y fueron los primeros occidentales en experimentar y reportar los efectos de los hongos, y los usos tradicionales entre los mazatecos.
Composición química y dosificación
Los principios activos presentes en los hongos psilocibes son la psilocibina (4-PO-DMT), la psilocina (4-HO-DMT) y la baeocistina (4-HO-NMT). La psilocibina es el componente principal de la mayoría de las variedades y el alcaloide más estable de los tres.
La psilocibina fue aislada por el químico suizo Albert Hofmann en 1957, de hongos Psilocybe mexicana, cultivados en París por el micólogo Roger Heim a partir de hongos recogidos en México durante la expedición de Heim y Wasson. Hofmann es conocido por haber sintetizado la LSD (dietilamida del ácido lisérgico), y también fue el primero en sintetizar la psilocibina en 1958.
Estudios sobre la farmacología de la psilocibina indican que ésta se convierte en psilocina una vez absorbida, y que cantidades equivalentes de psilocina producen los mismos efectos subjetivos que la psilocibina. Por ello, se considera en ocasiones que la psilocibina es un precursor estable (una prodroga), pero el alcaloide psicoactivo y responsable de los efectos de los hongos es la psilocina.
No existen estudios específicos, y hay muy poca información acerca de los efectos y la farmacología de la baeocistina.
La potencia de los hongos psilocibes varía enormemente en función de la especie y la variedad, así como de las condiciones en las que han crecido y la edad de los hongos.
Variedades habituales como los Psilocybe cubensis y los Psilocybe semilanceata contienen alrededor de 6-10 mg de psilocibina por cada gramo de hongos secos. Otras variedades, como los Psilocybe azurescens y los Psilocybe bohemica, contienen mayor cantidad de psilocibina, alrededor de un 1,78% y un 1,74%, respectivamente. Existen variedades de potencias intermedias, como los Panaeolus cyanescens, conocidos también como Copelandia cyanescens, que contienen un 0,85% de psilocibina.
Las dosis de psilocibina pura son las siguientes:
- Microdosis: <4 mg
- Dosis baja: 4-8 mg
- Dosis media: 6-20 mg
- Dosis alta: 20-35 mg
- Dosis muy alta: >35 mg
Las dosis de hongos varían en función de la especie, su estado de conservación, si son hongos frescos o secos y otros factores, por lo que ajustar las dosis de hongos resulta siempre poco preciso. Habitualmente las dosis para variedades habituales (P. cubensis y similares) de hongos secos son las siguientes:
- Microdosis: <0,25 g
- Dosis baja: 0,25-1 g
- Dosis media: 1-2,5 g
- Dosis alta: 2,5-5 g
- Dosis muy alta: >5 g
Efectos
Los hongos psilocibes producen efectos psicoactivos en humanos muy similares al resto de psicodélicos clásicos como la LSD y la mescalina. La mayoría de los usuarios describen la experiencia como un viaje interno, en el que se atraviesan distintas fases con distintos efectos. Los primeros efectos suelen empezar a percibirse antes que con la LSD o la mescalina, y hacia los 30 minutos tras su ingestión pueden apreciarse. Los efectos máximos suelen instaurarse entre los 60 y los 90 minutos después de la ingesta, y se prolongan durante alrededor de dos horas antes de empezar a disminuir. La duración total de la experiencia es de alrededor de 4 a 6 horas, en función de la dosis.
Efectos físicos
En el plano físico los efectos principales de la psilocibina incluyen la dilatación de las pupilas, incrementos leves en la presión arterial y el ritmo cardíaco (en especial con dosis altas). La variación en la presión arterial parece más relacionada con la experiencia subjetiva que con los efectos fisiológicos de la psilocibina, en particular si aparece ansiedad. En ocasiones puede presentarse náusea (sobre todo cuando se ingieren hongos, más que con la psilocibina pura), y más raramente vómitos o diarrea. Pueden aparecer temblores, malestar muscular y también mareo.
Los efectos físicos en general suelen ser leves y poco significativos.
Efectos psicológicos
Los efectos psicológicos se caracterizan por marcadas alteraciones de las percepciones sensoriales, así como cambios profundos en la consciencia y la cognición.
En el ámbito sensorial pueden presentarse alteraciones visuales en forma de visiones caleidoscópicas coloridas con los ojos cerrados, intensificación de los colores, distorsión en las formas de los objetos (superficies que ondulan o se mueven). También pueden aparecer alteraciones auditivas, como una apreciación incrementada de la música y los sonidos. Pueden producirse experiencias sinestésicas, en las que estímulos correspondientes a un determinado campo sensorial son percibidos y procesados por otro sentido (por ejemplo, sonidos que se perciben como visiones). El sentido del tacto puede verse alterado también y experimentar un incremento en la sensibilidad táctil, sensaciones de frío o calor, hormigueo o sensación de energía recorriendo el cuerpo, así como parestesias.
Desde el punto de vista cognitivo y de consciencia, las alteraciones pueden ser muy intensas y aparecer experiencias tanto muy positivas como aterradoras.
Estudios recientes han observado la capacidad de la psilocibina de inducir experiencias místicas en contextos controlados y en dosis altas. Dichas experiencias místicas incluyen sentimientos de numinosidad, estado emocional profundamente positivo, unidad interna, trascendencia del tiempo y el espacio, inefabilidad y sensación de unidad e interconexión con todas las cosas.
Las experiencias aterradoras pueden incluir sensaciones de miedo atroz, paranoia, sensación de morir o volverse loco, sentimientos de depresión o ira, ansiedad elevada, agitación, confusión y desorientación tanto espacio-temporal como interna. Este fenómeno se ha llamado en ocasiones «mal viaje». Raramente se producen reacciones con sintomatología psicótica, que suelen desaparecer cuando los efectos disminuyen.
En la mayoría de los casos, sin embrago, las experiencias inducidas por los hongos contienen tanto elementos positivos y agradables, como elementos menos agradables que puedan vivirse como un reto psicológico. Son comunes las experiencias en las que aparece contenido biográfico personal, y sobre relaciones con personas significativas. Además, puede producirse una disolución de los límites personales, o disolución del ego, con sensaciones descritas de tipo «oceánico», que puede ser vivida como una experiencia trascendente, pero también puede vivirse con ansiedad.
Algunos estudios muestran que la psilocibina produce un incremento del estado de ánimo positivo, y un sesgo positivo en la percepción de los estímulos, relacionada con una posible disminución de la actividad de la amígdala (una estructura cerebral encargada del procesamiento de emociones potencialmente amenazantes).
Efectos en contextos controlados
Además de la capacidad de la psilocibina para inducir experiencias místicas, en ensayos clínicos se han encontrado otros efectos potencialmente terapéuticos.
Se ha investigado el uso de psilocibina en el tratamiento de la ansiedad y el incremento en la calidad de vida en casos de personas con diagnóstico avanzado de cáncer. La psilocibina también se ha utilizado en la investigación del tratamiento de las cefaleas en racimo así como en el trastorno obsesivo-compulsivo. También se han llevado a cabo estudios sobre el uso de psilocibina en la adicción al tabaco y al alcohol. Actualmente se están llevando a cabo investigaciones acerca del potencial terapéutico de la psilocibina para los trastornos depresivos resistentes al tratamiento convencional, con resultados prometedores.
Estatus legal
Los principios activos de los hongos psilocibes, la psilocibina y la psilocina, son sustancias controladas en la lista I de la Convención de las Naciones Unidas de 1971. Por ello la venta de estas sustancias es ilegal.
Sin embargo, los hongos que contienen estas sustancias están controlados de distinta manera en distintos países, de acuerdo con la interpretación que cada país hace de la Lista I. En la lista I de la Convención de 1971 sólo aparecen principios activos, no materiales naturales que los contengan (como hongos o plantas), lo que deja abierto a las leyes particulares de cada país la interpretación sobre la prohibición del material botánico. Además, en muchos países estos hongos crecen de forma salvaje.
En la mayoría de los países europeos, los hongos psilocibes son ilegales y no pueden comprarse ni venderse. El formato en el que se habían vendido los hongos en las últimas décadas se consideró «producto» o «preparación» de psilocibina, por lo que cualquier presentación de dichos hongos se consideró ilegal.
Durante varios años los hongos estuvieron disponibles para su compra y venta en Holanda, en las smart shops. Podían adquirirse legalmente hongos frescos, así como secos, ya que eran legales hasta 2002. A partir de ese año, los hongos secos fueron declarados ilegales, aunque podían seguir vendiéndose hongos frescos. Esa situación cambió y la venta de hongos frescos frescos es ilegal desde 2008. Una excepción es la variedad Sclerotia, también conocida como «trufas» o «piedras filosofales», que pueden adquirirse todavía, al no tratarse de un hongo, sino de micelio.
Las esporas, así como los kits de cultivo que no contienen hongos, ni por tanto sus principios activos, se venden en smart shops en algunos países.
Prevalencia de uso
La prevalencia del consumo de hongos en la UE es considerablemente menor que la de cannabis, y parece ser igual a la prevalencia del consumo de éxtasis (MDMA) en algunos países entre estudiantes de 15-16 años. Encuestas en doce países de la Unión Europea indican que entre los 15 y 24 años, el uso de hongos psilocibes alguna vez en la vida se sitúa entre el 1% y el 8%. Según los resultados publicados de la Global Drug Survey de 2017, los hongos psilocibes son la octava sustancia con mayor consumo alguna vez en la vida entre la población encuestada, por detrás del alcohol, el cannabis, el tabaco, la bebidas con alto contenido en cafeína, el tabaco en pipa (shisha), la MDMA, y la cocaína. Según esta encuesta, un 24,4% de los encuestados habían consumido hongos alguna vez en la vida.
En esta misma encuesta, los hongos psilocibes eran la sustancia que menos solicitudes de tratamiento médico de emergencia habían generado, solamente un 0,2% de las personas que los utilizaron solicitaron atención médica. En este sentido, los hongos se han considerado la sustancia más segura de las reportadas. En cuanto a la ocurrencia de experiencias difíciles, los hongos son la sustancia que menos episodios difíciles provocaban de todas las sustancias psiquedélicas investigadas, tanto de origen vegetal (ayahuasca y peyote) como sintéticas (LSD, NBOMe, 2C-x, y DMT fumada).
En algunos países de la UE es más común consumir los hongos recogidos en su hábitat natural, mientras que en otros países los usuarios suelen cultivar sus propios hongos. En Noruega, Escocia, Suiza, Reino Unido y Dinamarca predomina la recogida de hongos, mientras que en Bélgica, Holanda, Alemania y Finlandia es más habitual el autocultivo.
Salud y reducción de riesgos
Estudios realizados en 2011 concluyen que el uso de hongos psilocibes es relativamente seguro, y que existen pocos reportes de efectos adversos, calificados como «efectos adversos ligeros». Los mismos estudios indican la importancia de controlar tanto la calidad como el contexto en el que los hongos psilocibes se utilizan.
Salud física
Debido a la posibilidad de que se produzcan experiencias intensas que generen ansiedad, las personas con historial de enfermedades cardiovasculares, en particular aquéllas que están tomando medicación para controlar estas patologías o que por indicación médica tengan que reducir su actividad física, deberían abstenerse de utilizar hongos.
En cuanto a la calidad de los hongos, en el caso de recolectarlos en su medio natural, resulta imprescindible saber identificar los hongos correctamente y no confundirlos con ninguna variedad que pueda ser tóxica o venenosa. En general solamente algunas variedades de los géneros Galerina y Pholiota tienen efectos tóxicos o mortales y pueden confundirse con hongos psilocibes.
Salud psicológica
Si bien los hongos presentan pocos riesgos para la salud física ya que la psilocibina es una sustancia farmacológicamente muy segura, además de no tener potencial adictivo, existen riesgos para la salud psicológica que deben ser tenidos en cuenta. Algunos de estos riesgos pueden producirse durante la experiencia, y otros posteriormente, a medio plazo.
El principal riesgo de los hongos psilocibes es que desencadenen una experiencia difícil, en la que haya síntomas desagradables como el miedo, la ansiedad, ideas paranoides, miedo de muerte o de volverse loco, síntomas de naturaleza psicótica, o la sensación de que el viaje no va a terminar nunca. Este tipo de experiencias pueden producirse con cualquier dosis, aunque sus manifestaciones en tales casos son distintas.
A dosis bajas y medias pueden aparecer contenidos psicológicos desagradables y la persona puede tratar de resistirse a ellos, esta resistencia suele generar mayor ansiedad. En tales casos, un cambio en el contexto puede ayudar a disminuir la ansiedad. Un entorno tranquilo y una buena disposición a entregarse a la experiencia sin juicios suelen ayudar a continuar el viaje y resolver estos momentos difíciles.
A dosis altas, las resistencias son menores debido a la intensidad de la experiencia, y las personas suelen estar totalmente inmersas en el viaje. En tales casos pueden producirse experiencias difíciles en las que haya una elevada intensidad emocional, expresiones catárticas, y manifestaciones psicológicas inusuales y de carácter psicótico, que suelen desaparecer cuando el efecto farmacológico disminuye. En estas situaciones hace falta contención física y emocional, y el apoyo durante la experiencia por parte de un cuidador, preferentemente sobrio.
Tras experiencias difíciles pueden presentarse dificultades psicológicas posteriores de distinta índole, que afecten la salud de la persona más allá de la propia experiencia. Pueden aparecer síntomas de estrés agudo tras una experiencia traumática con hongos, que persistan en el tiempo y que requieran atención psicológica especializada. La aparición de trastornos psiquiátricos graves y persistentes tras el uso de hongos psilocibes, si bien puede producirse, es muy poco frecuente. En el caso de experimentar dificultades psicológicas tras una experiencia psicodélica, sesiones de psicoterapia de integración pueden ayudar a disminuir los síntomas y procesar de forma adecuada los contenidos mentales de la sesión.
La mayor parte de situaciones difíciles pueden prevenirse teniendo en cuenta el contexto en el que se lleva a cabo la experiencia, la dosis, la compañía y el momento vital en el que se decide usar los hongos.
Con relación al contexto, las recomendaciones habituales en cuanto al set & setting son especialmente importantes a la hora de utilizar los hongos psilocibes. Un entorno tranquilo, seguro, libre de interrupciones y de interferencias inesperadas, estéticamente cuidado, con música previamente seleccionada y sobre todo con la compañía de personas de confianza, es adecuado para el tipo de experiencia que inducen los hongos. Entornos menos controlados y seguros pueden implicar una mayor posibilidad de eventos inesperados que puedan generar ansiedad. Por todo ello, resulta imprescindible tener en cuenta en qué contexto se van a utilizar los hongos y decidir sobre los elementos que van a formar parte de él.
Resulta importante también tener una cierta preparación psicológica a la hora de tomar hongos. Un buen conocimiento teórico de los potenciales efectos que pueden aparecer con cada dosis puede servir de gran ayuda para adentrarse en la experiencia con mayor confianza.
Los hongos, como cualquier otra sustancia psicodélica, tienen la posibilidad de hacer emerger contenidos inconscientes. Por ello, resulta importante tener en cuenta el estado psicológico en el momento de tomar los hongos. Los hongos psilocibes consumidos en momentos de estrés, preocupación, depresión o dificultades vitales, pueden aumentar la intensidad de tales síntomas durante la experiencia.
Si bien desde una perspectiva terapéutica se considera que precisamente éste es el mecanismo mediante el que las sustancias psicodélicas pueden resultar útiles en psicoterapia, hay que tener en cuenta que las experiencias inducidas por los hongos pueden resultar intensas e implicar emociones difíciles con más facilidad si uno se encuentra atravesando un momento vital complicado.
Una buena estabilidad vital y emocional, así como una buena preparación, un contexto cuidado, en compañía de personas de confianza, y una buena disposición a adentrarse en la experiencia, sea lo que sea que ocurra, son factores que pueden contribuir a que la experiencia con hongos resulte agradable y fructífera.
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