La ayahuasca es un poderoso brebaje psicoactivo originario de la selva amazónica. La palabra proviene de las palabras indígenas quechuas huasca, que significa «liana» o «bejuco»; y aya, que significa «alma», «gente muerta» o «espíritu». Pero, ¿cómo entendían la muerte los que dieron a la ayahuasca este significado especial? ¿Qué querían decir realmente con «liana de los muertos»? Todavía no tenemos información sólida para determinar el origen histórico ni la tradición cultural en la que surgió esta bebida por primera vez, y es posible que nunca la tengamos, por lo que es posible que estas preguntas nunca encuentren respuesta.
Sin embargo, es poco probable que estas comunidades indígenas anteriores comprendieran la muerte como lo hacemos hoy en día, en nuestra sociedad racional, secular, individualista y materialista. Esta idea de que la muerte constituye el fin último de la existencia es una creencia única en la historia de las culturas y civilizaciones del mundo. Hoy en día, confundimos lo material con lo real, y aunque el origen y la naturaleza de la conciencia continúan siendo un misterio, asumimos que cuando el cuerpo se descompone, la conciencia desaparece. Además, los individuos occidentales han heredado el concepto judeocristiano del tiempo lineal, en el que el pasado ya no existe y, por tanto, los que han muerto también dejan de existir.
Las consecuencias psicológicas y sociales de entender la muerte como un final absoluto y permanente son devastadoras. Hemos perdido a nuestros antepasados y perderemos para siempre a todos nuestros seres queridos. Los que no nos identificamos con una religión carecemos de los mitos, símbolos, creencias y rituales que tienden a salvar este abismo que nosotros mismos hemos creado, ya que nadie puede saber lo que es estar muerto. En su libro de 1917 Duelo y melancolía, el consejo de Sigmund Freud para lidiar con el dolor derivado de esta pérdida definitiva es sencillo: desapegarse de los muertos.
«Pero, ¿y si la muerte no es el final de la historia?», se preguntaba una mujer tras tomar ayahuasca. «La muerte ya no parece un «final», sino otro tipo de comienzo». Éstos son algunos de los comentarios recogidos en un estudio longitudinal para evaluar los efectos a largo plazo de la ayahuasca en personas que pasan por el proceso de duelo. En 2015, ICEERS y Beckley Foundation iniciaron un estudio observacional de participantes occidentales que visitaban el Temple of the Way of Light, un centro amazónico que enfatiza la ayahuasca como vehículo de sanación y crecimiento personal en el marco de la medicina tradicional shipibo.
Tras extensas revisiones de los rituales y discursos sobre la muerte en otras culturas, la psicología se ha dado cuenta de que, fuera de Occidente, existen muchos otros lugares donde los límites entre la vida y la muerte se disuelven, lo que favorece que las relaciones entre los vivos y los muertos continúen más allá de esta vida. En la actualidad, los psicólogos han comprendido que forzar el desapego de los seres queridos no sólo es innecesario, sino que nos priva de una gran fuente de riqueza emocional, moral, simbólica y poética en nuestras vidas. Por esta razón, fomentar un vínculo seguro con nuestros seres queridos es uno de los objetivos de los nuevos enfoques terapéuticos del duelo por la muerte de un ser querido para aquellos dolientes que así lo deseen. Para ello, estos diferentes modelos terapéuticos emplean técnicas como el diálogo imaginario, la correspondencia con el ser querido, la visualización guiada o el trabajo con la silla vacía.
«Nunca pensé que podría sentirla y estar con ella de nuevo», explicaba una paciente tras tomar ayahuasca en el marco de otro estudio para tratar el duelo con ayahuasca, desarrollado por la Asociación PHI. Después de que su madre se suicidara cuando la paciente tenía sólo cuatro años, siempre había buscado algún tipo de señal que le confirmara que su madre seguía estando cerca de ella. Finalmente, bajo los efectos de la ayahuasca, la participante tuvo una experiencia de contacto con la presencia de su madre, donde pudo verla serena, sana y contenta. «Cuando hoy miro su foto, ya no veo el drama que veía antes. Ahora puedo ver en ella a una compañera de apoyo». Como mis colegas y yo observamos en nuestra investigación, estas experiencias suelen evocar una transformación en la imagen dolorosa del ser querido que los pacientes habían interiorizado tras la muerte, favoreciendo el establecimiento de un vínculo seguro. Estas experiencias ejercen un profundo impacto terapéutico, independientemente de que los pacientes piensen que estas visiones son «reales» o «imaginarias». El impacto de una experiencia así es difícil de comparar con el impacto que tiene la aplicación de otras técnicas que empleamos habitualmente en psicoterapia.
El duelo por la pérdida de un ser querido es prácticamente universal. Alrededor del 10% de los dolientes occidentales sufren lo que se denomina trastorno de duelo prolongado, que tiene sus raíces en nuestra particular cosmovisión sobre la vida y el ser humano. Confío en que, tarde o temprano, podamos apoyarnos en el beneficio que nos aportan las plantas, que han resultado tan valiosas para otras culturas, al igual que hemos terminado aceptando otras formas de entender los vínculos entre seres humanos más allá del contexto occidental. Y es que, sea lo que fuere que entendiese quien acuñara el término original traducido como «liana de los muertos», la ayahuasca tiende puentes entre el mundo de los vivos y los muertos, más allá del abismo cultural que nos separa.
Artículo original de Débora González en Khapi.
Foto de Silvestri Matteo en Unsplash.