¿Qué tiene que ver un colibrí con las Naciones Unidas? Hace unos días, escuché de la mano de una experta eslovena afincada en Perú, Erika Oblak, que las culturas indígenas suponen el 5% de la población mundial, no obstante atesoran el 80% de la biodiversidad del planeta. Las personas que nos encontrábamos en la sala quedamos estupefactas con esta afirmación. Entonces, ella preguntó a la audiencia, ¿no tendremos, quizá, algo que aprender de las culturas indígenas el 95% restante? Desde luego, y mucho.
Un colibrí en Naciones Unidas
En los años de trabajo realizado en esa intersección formada por el triángulo entre derechos humanos, globalización de prácticas relacionadas con plantas tradicionales, e incidencia por un cambio de políticas de drogas, una de las cosas que más he criticado y cuestionado ha sido el reduccionismo de las personas que toman decisiones y formulan políticas de drogas. Tanto a la hora de abordar el asunto de las políticas de drogas en general, como el de las plantas tradicionales psicoactivas en particular. Se suele decir que criticamos y cuestionamos en los demás aquello que nos molesta de nosotras y nosotros mismos, o dicho de otra manera, vemos la paja en el ojo ajeno pero no consideramos la viga en el propio.
Criticando el reduccionismo en los foros de Naciones Unidas de control de drogas, nos habíamos olvidado de (o mejor dicho, nunca habíamos reparado en el nuestro propio). A modo de ejemplo: tanta era nuestra ingenuidad que pensábamos que una de las mejores maneras de revertir las detenciones relacionadas con plantas tradicionales era simplemente sacar sus ingredientes psicoactivos, fiscalizados en la Convención de 1971, de las listas de control. Es decir, dejemos de fiscalizar la DMT y la mescalina, y estaremos protegiendo a la ayahuasca y al peyote (por ejemplo). En cierto modo, así es.
El viaje transformador de Viena a Ginebra
Pero tuvimos que viajar a Ginebra para darnos cuenta de que el camino más rápido entre dos puntos no siempre es la línea recta. Enfocadas en Viena, no habíamos reparado en las múltiples oportunidades y aprendizajes que existían en los organismos de Derechos Humanos de Naciones Unidas. De este modo, en septiembre de 2017 comenzó un nuevo viaje para ICEERS, que se iniciaría en la sesión del Consejo de Derechos Humanos y en el examen a Colombia del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Y que continuaría el pasado mes de julio de 2018 en el Mecanismo de Expertos de Derechos de los Pueblos Indígenas.
El Mecanismo de Expertos de Derechos de los Pueblos Indígenas (MEDPI), que se reúne anualmente durante el mes de julio, es un organismo subsidiario del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas encargado de velar por la aplicación de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007.
Nótese que si bien se trata de una declaración con criterios orientadores y no es propiamente un tratado internacional con efectos vinculantes para los Estados, su adopción no fue posible sino hasta el año 2007. Esto es, bastante tarde si tomamos en consideración que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se aprobó en 1948 que aunque incluye el derecho a la propiedad colectiva, excluye otros derechos colectivos —tales como el derecho a libre determinación, a conservar y reforzar sus propias instituciones, a no ser desplazados por la fuerza de sus territorios, a sus propias medicinas tradicionales y prácticas de salud…—.
Durante una semana, la sesión del MEDPI reúne a especialistas en la materia, organizaciones de la sociedad civil, representantes de los pueblos indígenas procedentes de todos los rincones del mundo, así como a numerosos artistas y medios de comunicación. Cada año, una serie de cuestiones específicas son el hilo conductor y principal de la sesión, y este año (11.ª sesión) tuvo una gran relevancia el derecho a la consulta previa, libre e informada de los pueblos indígenas en las decisiones que les afectan.
Círculos de palabra en la Plaza de Naciones
Junto con los compañeros de Maloca Internationale, que llevan varios años trabajando el tema de la consulta previa culturalmente adaptada —incluyendo el uso tradicional de plantas psicoactivas en aquellos contextos donde las decisiones comunitarias se toman utilizando estas herramientas etnobotánicas— y de la organización suiza Mos Espa —dedicados al arte y a los eventos culturales— organizamos una semana de actividades cuyo eje conductor fue la instalación de un tipi en la Plaza de Naciones.
Ubicado junto a la famosa Broken chair, cada día se organizaban círculos de palabra con la planta sagrada del tabaco, en paralelo a las reuniones del Mecanismo de Expertos que sucedían en el interior de la sede de la ONU. El objetivo era fuertemente simbólico: traer la forma de toma de decisiones comunitaria de algunos pueblos indígenas de Colombia a la misma puerta de la ONU, contribuyendo a equilibrar culturalmente el formato de los debates, visibilizando los procedimientos indígenas, además de sus necesidades y demandas.
Reivindicaciones indígenas en la sede de Naciones Unidas
Asimismo, desarrollamos una intensa agenda en el interior de los organismos de Naciones Unidas, también con Maloca Internationale, aprovechando los múltiples canales formales de participación de la sociedad civil. Presentamos varias declaraciones escritas y leímos diversas declaraciones orales en el plenario.
Especialmente emotiva fue la declaración a propósito del Artículo 24 de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, que reconoce el derecho a «sus propias medicinas tradicionales y a mantener sus prácticas de salud, incluida la conservación de sus plantas medicinales, animales y minerales» y a disfrutar «del nivel más alto posible de salud física y mental».
En este contexto, planteamos la problemática de las detenciones de personas indígenas que viajan con sus medicinas tradicionales y que tienen dificultades legales por ello, pues muchas de ellas entran en contradicción con el sistema de control de drogas (como la ayahuasca, el mambe, el San Pedro…). Aprovechamos la oportunidad para explicar el trabajo del Fondo de Defensa de la Ayahuasca, y aportar algunos datos de las detenciones y tendencias a nivel global.
Además de las declaraciones, de especial impacto fue el evento paralelo que organizamos, también con Maloca, titulado «Plantas sagradas e implementación del derecho a la consulta y el consentimiento previo, libre e informado de los pueblos indígenas».
Moderado por Olmer Torrejón, delegado del Estado plurinacional de Bolivia, y con la participación de Leonardo Pérez y Sonia Murcia de Maloca, de José Carlos Bouso y yo por parte de ICEERS, y del cineasta Henry Delétra, quien proyectó y comentó un fragmento de su documental Abuelo, abuela, cuéntenme. Especialmente destacable fue el análisis de Sonia sobre cómo se emplea la sagrada planta del tabaco en los círculos de palabra y de toma de decisiones en algunas comunidades indígenas de Colombia, así como la explicación sobre los diálogos entre el conocimiento ancestral y el conocimiento científico occidental que presentó José Carlos.
Haciendo nuestra parte
Esperamos volver pronto a Ginebra para seguir llevando al foro más grande sobre derechos humanos en el mundo nuestra visión y nuestro trabajo, así como servir de puente a las comunidades indígenas para que puedan hacer escuchar su voz y sus experiencias y conocimientos en Naciones Unidas. Es un trabajo de largo plazo, y es únicamente una pequeña pieza en el gran puzle de los desafíos que enfrentan en su día a día ese 5% de la población mundial al que nos referíamos al principio: las culturas indígenas. Pero no por pequeño deja de ser importante.
Me gustaría terminar con una leyenda que me resulta especialmente inspiradora: la «leyenda del colibrí». Dice así:
Un día, el fuego se apoderó del bosque. El incendio se extendía, iba destruyendo todo a su paso: los árboles, los animales, el río, las flores, las abejas. Un pequeño colibrí decidió ir al río, ir tomando unas pequeñas gotas de agua con su pico y comenzó a realizar uno, dos, tres… miles de vuelos de ida y vuelta hacia el foco del fuego para dejarlas caer. Los animales más grandes —el león, el leopardo, el hipopótamo, el elefante…— le miraban estupefactos: «Pero, ¿qué haces? ¡Tú solo no vas a conseguir nada!», exclamaban. «Ya lo sé», replicó el colibrí. «Sé que yo solo no lo puedo conseguir. Pero yo estoy haciendo mi parte».
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